Respeto a la ley

La violencia del cazador se transforma
en el poder del pastor.

                Elías Canetti

 

Como muchos paisanos, conozco a Andrés Manuel López Obrador desde hace 40 años. Fuimos candidatos a la gubernatura de Tabasco en 1994 y dimos juntos la batalla contra la corrupción, probada, en el gasto de campaña del candidato oficial.

Me remito a su libro Entre la historia y la esperanza como testimonio de esa lucha conjunta. Posteriormente, formamos una alianza denominada “Frente amplio por la democracia y en contra de la represión”.

Nuestra relación concluyó por una discrepancia, algo que el presidente electo no tolera, si no mal recuerdo en febrero de 2000. Por el bien de México y el mío propio, deseo
que Andrés Manuel López Obrador sea un buen presidente.

Seguiré, sin embargo, criticando todo aquello que considere incorrecto. Por ejemplo, últimamente he podido apreciar su mutación de liberal a retrógrada.

La irresponsabilidad es una forma de corrupción. Con los desplantes y decisiones, declaraciones y actitudes del próximo presidente, se le ha ocasionado un inmenso daño a nuestro país.

Lo primero que un funcionario público debe hacer ante cualquier asunto es remitirse al marco legal: qué puede hacer y qué le está prohibido.

El principio es contundente: la autoridad sólo puede hacer lo que la norma le permite expresamente. Una ley no puede ser sometida a consulta popular y, dada su carácter general, por elemental respeto no debe elaborarse con dedicatoria; es decir, para un caso individual. Nuestra Constitución nos define como una democracia representativa, el derecho vigente emana de un proceso legislativo y, por lo tanto, debe ser observado y cumplido.

Las figuras de la democracia participativa no pueden derogar nuestra incipiente e imperfecta democracia representativa.

Los apoyos electorales de las dirigencias sindicales nos permiten augurar que el próximo gobierno será, una vez más, una lucha sin cuartel por el control del magisterio, con una víctima evidente: el educando.

Antonio Caso solía decir “no se destruye lo que no se reemplaza”. En materia educativa, se realizaron foros para consultar qué se debe hacer y se pretende desechar todo lo realizado desoyendo a otro pensador mexicano, Carlos Fuentes: “la calidad de la vida, el futuro de la existencia depende de un hecho: la continuidad de la educación”.

Andrés Manuel López Obrador define la Cuarta Transformación como una tarea de honestidad y justicia. La primera debe ser intrínseca a toda política, por eso me parece acertada la expresión de Justo Sierra: “Todo programa de gobierno cuyo eje no descansa en estos dos polos: educación y justicia, no quiere decir nada ni para la humanidad ni para la patria”.

El futuro presidente ha insistido en las palabras de José María Iglesias, sin darle crédito: “Al margen de la ley nada, por encima de la ley nadie”. Sin embargo, toda su vida política ha actuado sin consultar lo que dicta la ley.

Él sólo sabe ordenar sin pensar en la posibilidad de reconsiderar sus mandatos. Violó la ley cuando bloqueaba pozos petroleros en Tabasco, cuando subvirtió el orden público en ese estado descomponiendo su gobernabilidad, cuando azuzó y animó a los pobladores de Atenco para evitar que se construyera el nuevo aeropuerto en el gobierno de Vicente Fox, cuando ocupó el Paseo de la Reforma, etcétera, etcétera.

El análisis del gobierno que está por comenzar dará para mucho. Lo que más me angustia en su arranque es el pensamiento de Newton: “Puedo predecir el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de la gente”. Ojalá Andrés Manuel López Obrador nos permita, en su mensaje de toma de posesión, animar nuestra confianza y no fomentar el miedo que, por cierto, “no anda en burro”.