¿Sabrán los universitarios quien es Justo Sierra..?

Muchos arman un gran escándalo a propósito del Auditorio Justo Sierra, también conocido como Ché Guevara.

Desde hace 16 años, este recinto universitario está en manos de vándalos y vividores de una torcida protesta social.

Por eso preguntamos, ¿sabrán los “okupas” del auditorio quién es Justo Sierra? ¿tendrán idea de quién es el hombre que le dio identidad al espacio que ocupan?

Para recordar a uno de los mexicanos más ilustres de la historia moderna, reproducimos el texto de presentación que aparece en la antología de discursos del analista político Liébano Sáenz.

Justo Sierra

Justo Sierra Méndez poseía las virtudes necesarias para destacar en diversos ámbitos del conocimiento. Sin embargo, entre todas sus conviccciones y entre todos sus talentos, fueron los campos de la educación y la literatura los que ocuparon siempre le lugar de sus más altas aspiraciones. La obra de Sierra es una de las más vastas de su tiempo y sus narraciones, poesías, discursos, doctrinas, ensayos y textos periodísticos constituyen un reflejo vivo de las expresiones culturales, políticas y sociales del México de finales del siglo XIX y de principios del XX.

Nacido en Campeche el 26 de enero de 1848, Justo Sierra inició sus estudios en esa ciudad bajo la tutela de maestro Eulogio Perera Moreno. Luego de la muerte de su padre, continuó sus estudios en la ciudad de México. En el Colegio de San Ildefonso donde estudió la carrera de Derecho, estableció relaciones estrechas con estudiantes y maestros progresistas, y dio muestra de su vocación literaria.

En el periódico El Globo, además de publicar sus poemas y de colaborar en le consejo de redacción, conoció e hizo amistad con Ignacio Manuel Altamirano, quien lo introdujo al círculo de los intelectuales del liberalismo. De esta forma, colaboró en las principales publicaciones periódicas de su tiempo. En El Monitor Republicano se dieron a conocer sus “Conversaciones del domingo”, y en la revista El Renacimiento, su novela El Ángel del porvenir. Escribió también en El DomingoEl Siglo XIXEl Federalista. En este último apoyó al maestro Gabino Barreda, quien proponía aplicar el positivismo en la educación opinión que pensadores como Guillermo Prieto no compartían. También escribió en La Tribuna y publicó en El Mundo las impresiones de su libro En tierra yankee. Fue fundador y director del diario La Libertad, que se convirtió en lectura obligada de los intelectuales, pero abandonó este cargo a la muerte de su hermano Santiago, y optó por dedicarse al magisterio y a la oratoria.

Sierra defendió la educación desde todas las trincheras. Como diputado, en 1881, propuso y logró la aprobación de un proyecto que declaraba obligatoria la educación primaria, y ese mismo año también fue aprobada su iniciativa para fundar la Universidad Nacional, proyecto que se haría realidad años después. Además de ser ministro y presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, fue nombrado subsecretario y, posteriormente, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes (1901-1911), cargo que aprovechó para poner en práctica su anhelado proyecto de otorgar a la educación primaria el carácter de integral, nacional, laica y gratuita.

A Justo Sierra se le atribuye el establecimiento del primer sistema de educación pública en México, la creación de un sistema de becas para alumnos destacados y la reorganización de las carreras de Medicina, Jurisprudencia, Ingeniería, Bella sArtes y Música, además del otorgamiento de la categoría de ciencia a la Arqueología.

El 22 de septiembre de 1910, el destacado promotor del desarrollo Educativo en México cumplió una de sus más altas misiones al inaugurar los cursos de la Universidad Nacional con un histórico discurso.