López Obrador es admirable. Es increíble su capacidad para decir barbaridades y para sacar de la chistera frases polémicas y pintorescas, que no solo nos avergüenzan como mexicanos, sino que nos lleven a desear, que su próxima consulta, sea con el siquiatra.
En esta semana, el titular del poder ejecutivo se lució y sacó a relucir varias cosas, dignas de reseñar:
En primer lugar, la petición, por demás absurda y fuera de lugar, al rey de España, para disculparse por los excesos cometidos durante la conquista.
Un requerimiento absurdo, toda vez que para entonces, España no era el país de hoy, sino una serie de reinos independientes (Castilla, Aragón, Navarra), ni México una sola nación.
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No podemos olvidar, por otro lado, que los aztecas no eran precisamente angelitos y que tampoco eran exactamente queridos e idolatrados. Es primordial subrayar que Cortés nunca habría podido llevar a cabo sus hazañas, de no haber contado con la colaboración y apoyo de otras tribus indígenas (principalmente de los tlaxcaltecas), que estaban hartos de la dominación mexica.
Tampoco podemos pasar por alto, la labor civilizadora de los españoles, que nos legaron lengua, religión y cultura, elementos sin los cuáles, seguiríamos sacando corazones y ofreciendo víctimas a Huitzilopochtli.
La única explicación posible del disparate planteado por López Obrador, es que está decidido a gobernar apoyado en sus hordas de seguidores fanáticos, enconando la división existente entre los mexicanos, aprovechando los odios y rencores de clase, para manipular a su antojo a quien, dado su grado extremo de ignorancia y necesidad, se vea en la obligación de obedecer y creer en sus consignas.
Para peor y para dejar en claro que significan sus prosélitos para él, en una de sus conferencias matutinas, donde acostumbra pontificar y proferir todo género de insensateces, el hombre de la Chontalpa equiparó a los pobres, con animalitos callejeros, que es preciso alimentar, porque también tienen sentimientos.
Irónicamente la chairada no se atrevió a levantar la voz a su amo, siendo que si cualquier otro personaje hubiera realizado semejante símil, ya habrían bramado, para exigir que lo quemasen en leña verde. Con semejante sucedido, queda claro el grado de abyección y sometimiento de los partidarios de López Obrador, que no osan contradecir lo expresado por su mesías.
La chairada, la chairez, que tanto blasonan su patriotismo, amor a México, su sensibilidad social y su sensatez, que llevaron a su caudillo a catalogarlos como pueblo bueno y sabio, es incapaz de atreverse a exigir respeto y consideración y desde ahora, ya sabe muy bien cual es su lugar.
Para rematar, el gobierno federal, desde las más altas esferas de la Secretaría de Salud, determinó no realizar a los recién nacidos el tamiz neonatal, estudio que puede detectar y prevenir graves enfermedades en los niños, con lo que queda claro, que la infancia le importa un bledo a la transformación de cuarta, porque los bebés no votan.
Cada día que pasa, López Obrador nos confirma que carece no solo de la capacidad para el desempeño de su cargo, sino de la ecuanimidad y equilibrio sicológico consecuente y de manera inevitable llega a la mente la pregunta:
¿No podríamos aplicarle el mismo tratamiento que los ecuatorianos dieron a Abdala Bucaram y declararlo mentalmente incapacitado para gobernar? Ya urge, antes de que haga algo que sea irremediable.
Dios, Patria y Libertad
