SNTE: la historia de la negociación secreta

Uno de los proyectos más importantes, y menos divulgados del próximo gobierno, es la reconfiguración del mundo sindical, en el que la nueva secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, tendrá que jugar un papel tan discreto, para que no se observe una abierta intervención gubernamental, como eficiente, para lograr que los cambios se den en el sentido que López Obrador desea.

Hay dos casos notables que el propio Presidente electo ha destacado. El del ahora senador Napoleón Gómez Urrutia en el sindicato minero y el del sindicato de maestros. Los dos son complejos, pero el magisterial lo es más aún. El SNTE tiene un millón 600 mil agremiados, es uno de los sindicatos más grandes del mundo y los maestros son personajes centrales en cada comunidad. Es un sindicato donde conviven (es un decir) todo tipo de corrientes que se mantienen relativamente unidas, dependiendo de la fortaleza de sus dirigencias y de interminables procesos de negociación.

La Reforma Educativa catalizó todos esos procesos, acelerados aún más hace seis años, por la detención de Elba Esther Gordillo. El nuevo escenario con la maestra en libertad, con López Obrador a punto de iniciar gobierno y con un debate sobre el futuro de la Reforma Educativa, ha obligado a todos los grupos involucrados a realizar una intensa labor de negociación.

Ésta es la historia real de semanas de negociaciones que concluyeron con la llegada de Alfonso Cepeda a la secretaría general del SNTE. Poco después de lograr su libertad, Elba Esther exigió que se regresara a la situación existente antes de su detención, o sea, que a ella le correspondía volver a la presidencia y a Juan Díaz de la Torre, a la secretaría general.

Tenía dos caminos para lograrlo: seguir un largo proceso legal o que la pusiera el gobierno entrante por una decisión de autoridad (como de alguna forma había llegado Elba a la dirección del SNTE en 1989).

La vía legal se frustró porque sus plazas están inactivas como para contender, pero, sobre todo, porque ya en febrero pasado el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación había reformado sus estatutos, había elegido una nueva dirección nacional y ya había obtenido de la Secretaría del Trabajo la toma de nota para la misma. Y en todo caso, el periodo por el cual Gordillo había sido elegida antes de su detención concluyó el 20 de octubre pasado.

La vía gubernamental tampoco funcionó. Si bien López Obrador se ha mostrado indulgente y cercano con Gordillo, imponerla en el sindicato va en contra de su propio proyecto, que pasa en muy buena medida por ir abriendo cauces democráticos, aunque sea gradualmente en los sindicatos. No era viable. No habrá imposición y en todo caso quienes aspiren a la dirigencia deberán hacerlo por una vía democrática. Eso es lo que tiene que garantizar la secretaria Alcalde.

Tampoco, a pesar de que lo intentó, la maestra pudo poner un dirigente de fuera del actual comité ejecutivo. Lo que se dio en el proceso de negociación fue que Juan Díaz de la Torre, quien sigue manteniendo la mayoría de las posiciones del sindicato, pidió licencia, pero al mismo tiempo propuso reformar el estatuto para desaparecer la Presidencia y establecer el voto directo y universal en el propio sindicato. Elba pidió que fuera, además, secreto, lo que sería altamente complejo en un sindicato con millón 600 mil integrantes distribuidos por todo el país. El voto se dará por la vía de las asambleas masivas, algo similar a lo recientemente realizado por los petroleros. El próximo gobierno federal está de acuerdo en que la elección sea por voto directo y universal, sin que sea necesariamente secreto. En esa negociación y con la salida de Juan Díaz, llegó su segundo, Alfonso Cepeda, a la secretaría general.

Quienes participaron en la negociación aseguran que con la llegada de Cepeda se resolvieron o aplazaron varios puntos de tensión o conflicto: ya no hay puestos en disputa y para ganar la representación, el terreno de competencia serán las bases, con los propios maestros, y no por una decisión cupular. Díaz, por su parte, asegura que con su salida cumplió con su palabra de irse a los seis años y en la dirección nacional quedó todo el resto del equipo que se eligió en febrero.

Esta historia, por supuesto, no concluye aquí. Es el inicio de un proceso en el que faltan por participar otros actores del sindicato, como la CNTE, y falta, sobre todo, ver cómo encarará el próximo secretario de Educación, Esteban Moctezuma, la que llamamos la reforma de la reforma. Muchos en el sindicato quieren una revisión a fondo de la reforma y otros su completa erradicación. Lo último no será posible mientras en términos populares siga siendo una reforma aceptada, y cuando por lo menos siete de cada 10 mexicanos están de acuerdo con la evaluación magisterial.

DAMIÁN, SIN AUTOCRÍTICA

El expresidente del PAN, Damián Zepeda, mano derecha y reemplazante de Ricardo Anaya cuando se convirtió en candidato, ha tenido que dejar la coordinación de los senadores del blanquiazul en las manos de Rafael Moreno Valle, como parte de los acuerdos que permitieron que Marko Cortés llegara a la presidencia del partido. Amenaza con rebelarse, sin haber realizado, ni él ni su jefe, la más mínima autocrítica de su desastrosa campaña electoral de julio pasado.