Trump, símbolo de la decadencia democrática en EEUU

El protagonista de la imagen de hoy es uno de los hombres más conocidos y más controvertidos en el mundo.

Se llama Donald Trump.

Hasta hace meses, el señor Trump era una personalidad de la televisión y un empresario dedicado a administrar sus millones.

Sin embargo, una mala broma del destino convirtió a Donald Trump en el virtual candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos.

Y decimos que se trata de una mala broma porque su discurso es todo lo que muchos cuestionarían, reprobarían y censurarían en democracia.

Donald Trump es intolerante, es xenófobo, es misógino, es racista, es violento, es incoherente, es incongruente y es autoritario.

Incluso peor, las evidencias recientes confirman que Donald Trump tampoco soporta la crítica, los cuestionamientos y las opiniones distintas.

Todo empezó la madrugada del domingo 12 de junio, cuando un individuo armado asesinó a 49 personas en un bar de Orlando, Florida.

Horas más tarde, en diferentes entrevistas, Donald Trump sugirió que el presidente Obama no entiende o se niega a entender la amenaza del Estado Islámico.

Y basado en acusaciones previas –en que Trump desliza la especie de que Barack Obama sería musulmán y que encubriría a los radicales islámicos–, el Washington Post publicó un texto acusando a Trump de tratar de vincular a Obama con los ataques de Orlando.

En respuesta, basado en la supuesta “pésima cobertura” del Washington Post, Donald Trump vetó al medio. A partir de hoy, el Washington Post no podrá cubrir la campaña del magnate.

Por donde se mire, resulta sintomático que un hombre –que con alguna frecuencia agrede a la prensa durante las entrevistas o actos públicos–, decida cerrar las puertas a uno de los medios más influyentes y más reputados de Estados Unidos.

Resulta llamativo que siendo candidato, Donald Trump muestre un rostro de intolerancia, de censura y hasta represión contra la prensa americana.

Y resulta alarmante que Trump actúe igual que han hecho otros mandatarios cuestionables como Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y Cristina Fernández en Argentina.

Es más, la intolerancia de Trump es comparable con el propio Estado Islámico que manda callar a quienes piensan o viven de forma “diferente”.

¿Qué ocurre en “el referente de la democracia mundial” cuando uno de sus candidatos presidenciales se comporta igual que los dictadores bananeros del sur del continente?