Un gobierno de lo peor

La cuarta trastornación implica la existencia de un régimen que no solo es simulador y corrupto, sino también inepto.

Ello se refleja en la actitud y desempeño de los funcionarios públicos que asumieron sus cargos llegado el nuevo gobierno. Su comportamiento es no solo errático y desorganizado, sino que pone en relieve un manifiesto desconocimiento de los asuntos relativos a la cosa pública y eso es notorio de la base a la cúspide de la pirámide jerárquica, comenzando con el más modesto de los burócratas y concluyendo con el mismo presidente de la república.

En efecto, López Obrador dista mucho de ser un conocedor de la problemática nacional y ello sale a relucir apenas abre el pico. Lo mismo podemos decir de quienes conforman su equipo.

Lo anterior pudo palparse durante la reciente gira realizada a Yucatán, en la cual, dos supuestos adversarios: el gobernador panista, Mauricio Vila Dosal y el delegado federal, Joaquín Díaz Mena, realizaron un vergonzante acuerdo para aislar al presidente.

Ambos personajes, que tienen mucha cola que les pisen, decidieron evitar que el ejecutivo federal tuviera contacto con reclamos y protestas de los ciudadanos y que fuera cuestionado por periodistas no sometidos al yugo oficial.

Para tal efecto, López Obrador fue confinado a la sede del cuartel de la Fuerza Aérea Mexicana, lugar donde funcionarios estatales y federales se constituyeron en un verdadero muro de contención para ciudadanos y periodistas independientes.

Al mismo tiempo, la prensa domesticada, cobijó la rueda de prensa del primer mandatario, con preguntas cómodas y accesibles para guardar las apariencias.

A los municipios donde se presentó el presidente, fueron acarreados campesinos y empleados de base de la Secretaría del Bienestar, para hacerle creer a López Obrador que los yucatecos lo adoran.

La verdad es que las limitaciones de López Obrador son de tal magnitud, que no se le ocurrió preguntar al arribar al Mayab, donde se llevaría a cabo la rueda de prensa y quienes asistirían a los eventos que se llevarían a cabo.

Pero si las apariencias hacían ver a López Obrador como un ignorante y un inepto, la realidad lo confirmó a cabalidad y todo mundo pudo comprobarlo apenas profirió sus insensateces de rigor.

Entiendan mexicanos: López Obrador no tiene ni la menor idea de los problemas de nuestro país, ni le interesa conocerlos y mucho menos resolverlos. Lo único que le importa es tratar de aprovechar su existencia, para lucrar políticamente con ellos, a base de la entrega de dádivas, con criterio clientelar.

Entiendan yucatecos: López Obrador no quiere Yucatán, ni le interesan sus problemas y por eso cierra los ojos ante los abusos y desidia del gobernador Mauricio Vila y ante la corrupción y el amiguismo del coordinador de programas federales, Joaquín Díaz Mena.

A todos esos ingenuos que creyeron que la luna es de queso e imaginaron que López Obrador haría algo para remediar las injusticias y desequilibrios prevalecientes, lamento mucho decirles que no pasó y no va a suceder, ni hoy, ni mañana, ni nunca.

El problema que aqueja a México en estos días no es tener un inepto e incapaz como presidente, sino tener a treinta millones de cretinos, aplaudiendo sus insensateces. El día que los mexicanos seamos capaces de entenderlo, sin duda alguna, podremos sacudirnos todas las lacras enquistadas en el sector público y podremos dejar atrás la pesadilla que nos tocó vivir.

Dios, Patria y Libertad