Disparates en la economía

Desde que Andrés Manuel López Obrador y la cuarta transformación accedieron al poder, en nuestro país se han tomado a cabo decisiones verdaderamente disparatadas en materia económica.

Porque nadie podrá negar el carácter aberrante de ciertas decisiones tomadas por la nueva administración federal, como resultan la cancelación el aeropuerto de Texcoco, la cancelación de las becas para guardería y la construcción de la refinería de Dos Bocas y del tren maya, proyectos que en ambos casos parecen destinados más bien a fracasos estrepitosos, que al éxito planificado.

El problema aquí es que la improvisación y la incuria predominan en un ámbito donde la planeación y la visión debían ser características de cuanto se haga.

López Obrador y sus apoyadores resulta que gastan como si el dinero fuera a durarles para siempre y como si la bonanza económica fuera algo tan simple, como coser y cantar.

El problema de López Obrador y sus amigos, es que no planean, no proyectan, no calculan y no estiman los recursos tan importantes que van a erogar.

Esa improvisación pudiera tener consecuencias funestas como son aumento del déficit público, presiones inflacionarias y en último caso, que el gobierno federal se quede sin dinero.

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Una crisis económica de grandes proporciones en este momento sería de dimensiones apocalípticas, puesto que los factores de producción no tienen la disposición de ánimo, ni la actitud precisamente más favorable, para inclinarse a favor de los postulados del gobierno federal.

El sentido común sugiere la prudencia, pero esta nunca ha sido una de las características distintivas de los gobiernos que encabeza López Obrador. Antes bien, la soberbia, la autosuficiencia y la pedantería han sido las notas distintivas de sus gobiernos y por eso han tenido desencuentros con diversos actores políticos y económicos.

Es deseable que López Obrador y su gente entiendan que en materia económica, la tranquilidad de los mercados es requisito indispensable para la estabilidad financiera

Es deseable que comprendan que no se puede gobernar con ocurrencias, ni con improvisación.

De la sensatez con la que se comporten las entidades públicas, dependerá en buena medida, el éxito o el fracaso de la administración gubernamental

Ojalá prevalezcan la mesura y el sentido común entre todas las partes, porque de lo contrario, creo que los mexicanos tendremos muchos motivos para lamentarnos. Veremos, es cosa de tan sólo un poco de tiempo

Dios, Patria y Libertad